Llevo unos cuantos años bastante desconectado de los estrenos cinematográficos, así que ver que la saga Jurassic Park se ha convertido en Jurassic World (y que van por la cuarta entrega) no ha dejado de sorprenderme.
Como plan veraniego para un día de lluvia tiene una pinta estupenda, así que después de dejarnos un ojo de la cara en las entradas, las palomitas y el refresco, allí nos plantamos toda la familia.
La verdad es que la premisa de la película no ha cambiado mucho en todos estos años respecto a las secuelas de Jurassic Park: empresa contrata a unos mercenarios y a un experto paleontólogo para que rescaten unos dinosaurios (o algo de unos dinosaurios) que están encerrados en una isla, pero algo sale mal o no es lo que parecía. La diferencia es que mientras en JP la existencia de los dinosaurios es secreta, en JW campan a sus anchas por el mundo, lo que ha terminado por llevar a la quiebra a la empresa que los trajo de vuelta.
Con estos mimbres os podréis imaginar lo que viene: unos personajes a los que se intenta dotar de un trasfondo oscuro y melancólico (los mercenarios) o inocente e idealista (el paleontólogo). Por medio metemos una familia con críos para incrementar la tensión y ya tenemos el cocktail que ha hecho perdurar la saga. Si, además, metemos algún dilema moral por medio para tratar de darle algo más de profundidad al argumento y un poquito de tensión sexual a medio resolver, pack completo de cine palomitero.
En cuanto al reparto, el protagonismo recae en Scarlett Johansson, Jonathan Bailey y Mahershala Ali. Tampoco es que hagan una masterclass de actuación (algún momento, cuando se ponen "profundos", es digno de teleserie), pero puede decirse que cumplen con el expediente. Al final, los auténticos protagonistas son los dinosaurios y no los humanos.
En resumen, una entretenida pero previsible película de acción para pasar un buen rato en familia. Que vistas anteriores experiencias, no es moco de pavo.

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