Es posible que muchos no os acordéis, pero hace años (unos 20, más o menos) se hablaba de este juego como la gran esperanza del software españñol, el juego que iba a demostrar que en España también se podían hacer juegos a lo grande. Era la época en la que Pyro Studios lo petaban con el Commandos (a mí la estrategia ni fu ni fa) y con el Blade of Darkness se esperaba lograr lo mismo en el ámbito de los juegos de acción.
Me acuerdo del seguimiento que hizo la Micromanía de este juego y del hype que crearon a su alrededor (y es que cuatro años de desarrollo dieron para mucho). La demo en formato CD que todos jugamos en aquel momento (estoy hablando de 2001, tela) nos hizo alucinar a muchos: además del cuidado aspecto gráfico, los movimientos de cámara y la iluminación hacían que el juego fuera, visualmente, una delicia.
Esto se complementaba, además, con unos escenarios muy bien diseñados: en la demo que jugamos en su momento podías jugar el primer nivel de cada personaje (había cuatro distintos) y todos ellos estaban repletos de detalles. Era, a priori, un juego a la altura de lo que había en el mercado.
Sin embargo, el juego sufría de varios problemas: un multijugador impracticable (lo que cuentan, yo no lo llegué a probar), algunos errores de programación y el gran problema: no se podía ajustar la dificultad. Todo esto provocó que el juego fracasara comercialmente y que su desarrolladora, Rebel Act, acabara quebrando antes de sacar la versión Xbox y la prometida segunda parte.
Todo esto no impidió que el juego siguiera en la mente de muchos, por lo que en 2021 se publicó una versión remasterizada del juego a cargo de SNEG, editora especializada en revivir juegos clásicos. Le han dado un importante lavado de cara, han actualizado algunos fallos y, en general, han puesto al juego al día, de manera que sigue luciendo impresionante. Todas las fortalezas del juego a nivel visual se han visto reforzadas, los escenarios siguen siendo igualmente entretenidos y los cuatro personajes dan suficiente variedad al juego.
Sin embargo, Blade: The Edge of Darkness sigue pecando de varios problemas: al de su dificultad, imposible de ajustar, se une una jugabilidad endemoniada, al menos con el mando, que es como lo he jugado la mayor parte del tiempo. Con mando es imposible enfrentarse al enemigo que te ataca por el flanco, de manera que es muy fácil morir (con teclado la cosa mejora bastante). Y cuando una miserable rata te mata tres veces porque el juego no detecta adecuadamente que la estás encarando, te frustras bastante (y no, la función de auto-encaramiento no arregla este problema al 100%).
Una remasterización muy lograda y que, visualmente, otorga a Blade: The Edge of Darkness una segunda oportunidad en el mundo del videojuego, pero los problemas que lo condenaron en su primera vida siguen ahí, imposibilitando que se convierta en lo que en su momento se esperaba de él. Buenos mimbres, pero el resultado sigue siendo agridulce.

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